Sin categoría

Mi hijo se porta mal … ¿qué hago?

Esta frase nos  resulta familiar ¿verdad? «Mi hijo/a se porta mal»

Así comienzan algunas de mis sesiones en consulta. A lo que yo continuo diciendo (siempre con una sonrisa porque sé lo que me queréis decir): ¿y qué es portarse mal? Defínemelo.

Generalmente se sintetiza en desobediencia, mucha inquietud motora y una conducta algo «rebelde». Pero todos estos comportamientos hay que contextualizarlos. Y aquí es donde se encuentran las claves de muchas herramientas que nos pueden ayudar a entender el por qué de ese «mal comportamiento».

Os voy a explicar el mismo ejemplo que utilizo con los niños/as que se autodefinen como que «se portan mal». Imaginemos que estamos en un parque. Correr, saltar e incluso gritar, pueden ser comportamientos propios de una niña o un niño en esa situación. Sin embargo, esas mismas conductas en otro entorno, por ejemplo, en clase, no son tan adecuadas.

Por eso es tan importante, definir cuál es el comportamiento que nos preocupa, en qué lugares se da, cuándo, con quién…vamos… ¡un buen tercer grado!

Este análisis debemos enfocarlo como una reflexión sobre esos «malos comportamientos» en busca de posibles soluciones y no como un estancamiento dentro de ese problema. Es decir, no vamos a rumiar lo mal que se porta nuestro hijo o hija sino buscar cómo poder ayudarle y por qué se porta así. Porque lo que ahora voy a decir ahora me parece muy importante. NINGÚN NIÑO ES BUENO O MALO, eso es una etiqueta que le ponemos las personas que les rodeamos.

Una vez hecho ese análisis digno de CSI …os voy a presentar algo muy transgresor….

titulo

tarro-macarrones-asier-blog

¡Qué locura ehhh! ¿Os imagináis que toda la solución estuviera en el tarro de macarrones??

Este tarro de macarrones es solo una idea, como cualquier otro recurso que seguro que se os ocurrirá cuando os explique en qué consiste. Además, este tarro de macarrones, también representa el éxito de Asier y sus papás, que han sido muy generosos en prestarme su historia y «su tarro».

Alrededor de este tarro está la siguiente receta:

  • Tiempo Juntos
  • Refuerzo positivo
  • Convertir lo abstracto en concreto
  • Motivación
  • Tolerancia a la Frustración

El primer ingrediente es el más importante, porque es el reforzador más potente de un niño/a, pasar tiempo con sus papás. En este caso, «Tiempo Juntos» se traduce en dedicar un rato de reflexión al día donde hablar de las cosas que hemos hecho bien y que nos han gustado mucho, este es el segundo ingrediente de nuestra receta, «Refuerzo Positivo». También hablaremos de las cosas que no nos han gustado tanto, porque en ese momento de serenidad y «buen rollito» el cerebro de nuestro hijo/a sí está preparado para escuchar cómo puede hacerlo mejor.

El tercer ingrediente, «Convertir lo abstracto en concreto», consiste en transformar ese refuerzo positivo en algo tangible (un macarrón) que valoramos y tenemos presente para conseguir una meta, que es nuestro cuarto ingrediente, la «Motivación». Esa meta es pasar más tiempo juntos haciendo cosas divertidas. En el caso de Asier y su familia pusieron rayitas en el tarro para conseguir contar un cuento, jugar al escondite o hacernos cosquillas.

Y por último, el quinto ingrediente, la «Tolerancia a la Frustración». Esta se irá aprendiendo durante el «Tiempo Juntos» de reflexión que tengamos con nuestro hijo/a cuando su expectativa sea meter un macarrón y no pueda hacerlo.

Este es sólo un recurso de los muchos que podemos utilizar. No es un chantaje de «si te portas bien , te doy un premio», si no un instrumento que nos ayuda a dedicar ese tiempo de reflexión donde poder ayudar al niño a «portarse mejor». Porque necesitan tener éxito y experimentarlo (por eso «Convertir lo abstracto en concreto») para poder repetirlo. Con el tiempo, todo esto se desvanecerá o no… a lo mejor «El tarro de macarrones» se convierte en un reto de toda la familia por conseguir algo todos juntos.

Resumiendo:

  • Vuélvete Grissom y define el problema
  • Dedica tiempo junto a tu hijo

Y, como siempre os digo, si no veis solución, acudir a un especialista. Mi «Amigo de 3 años», Asier, lo hizo y tanto él como su familia han experimentado un cambio muy positivo.

Carmen Marco 

Psicóloga de aprenderT

 

Puede que también te guste