Este post está escrito hace tiempo. El enfado es algo que suelo trabajar muy habitualmente con «mis amigos y amigas de diferentes años» y sus papás en la consulta. Quería rescatarlo porque, en estos tiempos que nos ha tocado vivir, creo que es una de las emociones que puede estar más presente en nuestras casas tanto por los más pequeños como por los más mayores.
He retocado algunas cosas para poder adaptarlas a nuestro estado pandémico. Y además he incluido el siguiente video con 5 pautas que os ayudarán a manejarlo. Espero que lo disfrutéis: (también lo tenéis en Instagram, Facebook y LinkedIn)
Por lo general, existe la creencia, sobre todo en los niños, de que «enfadarse» es algo negativo, algo que tenemos que evitar. Sin embargo, el enfado, es la manera que utilizamos para poner límites y espacio, defender nuestros derechos respetando los de los demás (ser asertivos), al mismo tiempo que somos sinceros con nosotros mismos. Por tanto, no debemos evitar enfadarnos sino aprender a hacerlo de forma respetuosa con los demás y con uno mismo también.
Debemos comprender que, según la edad que tengan las niñas/os, les resulta costoso expresar verbalmente lo que sienten o quieren como lo haríamos los adultos. Esto es debido a que su vocabulario y el manejo del lenguaje todavía es limitado, sin olvidar que su cerebro prefrontal o neocortex (el área del cerebro que se encarga de los procesos racionales, la planificación y el autocontrol, entre otras destrezas) está desarrollándose y no es lo suficientemente «poderosa» como para controlar al «cerebro emocional» que, en un enfado, está a pleno rendimiento. Por eso, es bueno enseñarles a reconocer sus emociones y a expresarlas de una manera sana.
Cuando un niño tiene una explosión de enfado es positivo expresarle lo que le está sucediendo, nombrándole la emoción y describiendo su compartimiento, al mismo tiempo que darle estrategias para canalizar ese enfado de manera constructiva.
Por ejemplo, «Javi, veo que estás enfadado porque estás gritando mucho, lloras y no estás haciendo lo que te he pedido. Me da la sensación que no te gusta o no te apetece hacer lo que te he dicho. Bueno, es normal, a mí también me pasa, hay veces que no me gusta hacer determinadas cosas y me enfadan. ¡Y me enfadan mucho! Pero intento no hacer daño a nadie y estar más tranquila para poder buscar una solución»
Sí, lo sé… esto es muy bonito y muy utópico. Sé que mientras estás diciendo eso y has logrado entrar en una esfera «zen» (que ni te la crees) para poder soltar este speech, el pequeño/a criter está gritando y echando fuego y cucarachas por la boca. Solo puedo decirte que si has conseguido llegar a esta fase siéntete MUY TOP porque es muy difícil de manejar.
Y para subir al siguiente nivel, sigue con el speech en esta línea:
«Si quieres lo hablamos cuando estés más tranquilo. Podemos buscar un sitio donde puedas relajarte tú solo o los dos juntos, te puedo dar un abrazo, puedes respirar profundamente … y cuando veamos que estas más sereno lo hablamos y lo solucionamos»
Y aquí ya te coronas. ¡¡TACHÁN!!
La clave está en la EMPATÍA. Piensa en tus propios enfados. En esos momentos lo que menos te ayuda es alguien que te grita o te dice que lo estás haciendo mal (ojo que con esto no quiero decir que seamos condescendientes con algunas actitudes). Tampoco hay que ponerse como meta convirtamos en robots y controlar a la perfección nuestros propios nervios. Somos humanos y lo hacemos mal, forma parte del aprendizaje y de vivir.
Cuando nos enfadamos decimos las cosas que no nos gustan, «despotricamos» o no, depende de la persona, y después…nos calmamos y podemos pensar con claridad. Los niños/as también necesitan eso. No solo lo necesitan sino que necesitan aprenderlo.
¿Y ahora?…¿Qué hacemos ahora después de tanto tiempo todos juntitos? De multitud de confinamientos, cuarentenas, Filomenas….
Solo puedo deciros que os entiendo, que yo también soy mamá y lo hago mal. Pero, sobre todo, pensad en vuestros hijos. Pensad que, junto con vosotros, están viviendo algo que no nos podíamos ni imaginar y que nos necesitan, sobre todo cuando están enfadados, como cuando tú te enfadas y necesitas que te escuchen, te ayuden y te consuelen.
Es probable que ahora tengamos nuestras emociones a flor de piel. Sí la paciencia se acaba. Pero no se acaba el amor por nuestros hijos. Si se enfadan y tú detrás de ellos o viceversa y os equivocáis, pedir perdón y la siguiente vez lo haréis mucho mejor.
Si somos capaces de perdonar nuestros errores, seremos capaces de perdonar los de nuestros hijos.
Carmen Marco
Psicóloga de aprenderT